GARDEL EN USHUAIA
(Por Enrique Espina Rawson)
Ésta es otra de las gentilezas que la historia de Gardel debe a quienes
quieren convertirlo en uruguayo, apelando a cualquier recurso para aumentar su
edad y así poder justificar este engendro del Gardel preso en Ushuaia.
En el artículo de “Todo es Historia” ( Nro. 27- julio de 1969)
firmado por Tabaré de Paula, al que hacemos referencia se publicó una
fotografía, aparentemente de una tarjeta postal, en el reverso de la cual,
entre varias firmas, alguien escribió la palabra “C. Gardel”,
pero que mas parece Jardel para quien la observe sin prejuicios. Esta supuesta
firma dice, entonces, “C. Jardel”, con un punto posterior a la “C” y
otro también a “Jardel”, y está ubicada en el borde
inferior derecho, separada de todas las demás firmas, lo que hace pensar
que fue agregada por mano inexperta al sólo efecto de dar alguna apariencia
de documentación al infundio. Entiéndase que nadie vio el original,
ni nadie sabe si existe, y en tal caso, quién la posee. Es, meramente,
la reproducción fotográfica de una postal cualquiera de la época.
Esto no impide que en posteriores publicaciones se hable de la famosa “postal
de Ushuaia” como de algo concreto, definitivo, verificado, que no admite
réplica.
En primer lugar, más allá del contenido de la postal, que analizaremos
luego someramente, el hecho en sí mismo, es decir que varios miembros
del Ejército, que viajan juntos de retorno a Buenos Aires luego de un
dilatado cautiverio en la lejana Ushuaia, le entreguen a un compañero
una tarjeta postal cualquiera con la firma de todos ellos como testimonio, recuerdo
o lo que sea, es, cuanto menos, insólito. Me parecería más
verosímil una reunión posterior en algún restaurante, algo
así como una cena de camaradería tan en uso en esos tiempos, con
brindis, entrega de pergaminos firmados, discursos, etc. que el obsequio de una
desabrida tarjetita postal con la foto de un puerto de Paraná, Entre Ríos
que, evidentemente, no guarda relación ninguna con los sucesos que se
pretende evocar, y hasta ridiculiza al presunto homenajeado.
Sobre esta, ¿cómo llamarla?... superchería, fantasmagoría,
nada en definitiva, se ha armado toda la historia de la reclusión de Gardel
en Ushuaia. El epígrafe, tan huérfano de honestidad como el autor
y el resto del artículo, reza: “Una dedicatoria que identifica
un
viaje, el realizado en el vapor “Chaco”, el 21 de febrero de 1907.
Y que también identifica a Gardel”.
Nunca podrá entenderse por qué esta dedicatoria “identifica
un viaje”, ni, como veremos, menos aún a Gardel. Pero analicemos:
La dedicatoria está dirigida “Al Sr. Villanova, intrépido
marinero de la costa del Sud, que atravesó el Cabo de Hornos y se mareó en
el río de la Plata”. Bien. Según de Paula, este Sr. Villanova
estuvo preso en Ushuaia por haber participado en la fracasada revolución
de 1905. No explica de Paula ninguna otra cosa. Vagamente dice “como
tantos
otros oficiales del ejército, Villanova adhirió a una jornada bélica
programada por el jefe radical, etc, etc”...No hay una foto de él,
no especifica el grado del supuesto militar, ni dónde prestaba servicios,
ni cuál fue su intervención en los sucesos revolucionarios, ni
qué fue de él posteriormente, y hasta su nombre de pila es mencionado
desganadamente una sola vez. En suma, nada. No se comprende tampoco por qué,
si era militar, y si la dedicatoria está escrita por sus camaradas de
armas, en la tarjeta le dan el extraño y formal trato de “Sr. Villanova”,
(¡Cómo si no hubieran estado juntos varios meses en el mismo presidio!),
ni por qué la postal reproduce el puerto de Bajada Grande, Paraná,
Entre Ríos. ¿Qué tiene que ver? ¿Debe suponerse que
todo ese grupo de ex-presidiarios viajó a Paraná, incluido Gardel?
En tal caso, según el eterno método del sector anti-Gardel, no
aclara ni el por qué, ni el para qué, ni qué fueron a hacer
allí, ni menos aún por qué se dice que “atravesó”(
sic) el cabo de Hornos, ya que ni para ir ni para volver de Ushuaia tiene por
que “atravesarlo”. Debemos aclarar que hasta este término “atravesar” resulta,
por lo menos, extraño. Mal pueden atravesarse los cabos. Más bien,
se los elude para evitar una catástrofe, como cualquiera entiende. Pero
no nos vamos a ocupar de la historia del cabo de Hornos, ni del Sr. Villanova,
irrelevante para estas líneas. Pareciera que es usado meramente como pretexto
para imputar a Gardel una historia de presidio, sin fundamento alguno.
¿
Cuál sería -según de Paula- la relación de Gardel
con la cárcel de Ushuaia? Al explicar -por así decirlo- quiénes
viajaban en el vapor Chaco junto a este señor Villanova dice textualmente
refiriéndose al cantor: “Se llamaba Carlos Gardel y también
viajaba a la libertad en esa embarcación que estaba consagrada exclusivamente
al traslado de reclusos o liberados. Gardel terminaba de cumplir una condena
fundada en la ley 3335 que castigaba la reincidencia con penas correccionales
en el Sur”. Bien, esto es todo. El “investigador” -según
su habitual método- no aporta ningún otro dato, ni aún los
elementales como, por ejemplo:
1) ¿ Cuándo y por qué había ingresado al penal?
2) ¿ Número de prontuario?
3) ¿ En qué juzgados y secretarías se tramitaron los juicios?
4) ¿ Fecha de las sentencias?
5) En omisión de estos datos, se supondría que algún diario
o publicación daría cuenta de los delitos atribuidos a Gardel. “Caras
y Caretas”, por ejemplo, era muy afecta a las noticias policiales. Sin
embargo ni esta revista, ni ninguna otra, ni tampoco los diarios de la Capital
parecen registrar este caso. Nadie aportó algún otro elemento que
pueda arrojar luz sobre estos hechos, y por su parte De Paula no se molestó,
posteriormente, en añadir nada. Sólo su afirmación.
Menos aún se digna explicar a cuáles reincidencias se refiere.
Pero lo más importante de esto, que saca a la luz la mala fe de sus dichos
a la par que revela su ejemplar ignorancia del tema, es que el apellido o nombre
de fantasía Carlos Gardel recién fue adoptado por el cantor a partir
de 1911, así que mal podía firmar ni ser conocido con ese apellido
en 1907, ya que hasta esa fecha siempre usó su verdadero: Gardes. Tampoco
se conoce ninguna firma de Gardel en la que ponga la inicial C , y menos aún
con un punto adelante, lo mismo que en la palabra Jardel ya mencionada, también,
ridículamente, con otro punto adelante, como si fuera una abreviatura.
Invariablemente escribía su nombre y apellido completos, sin abreviaturas
ni puntos, en todas las firmas que de él se conocen. En fin, esto es tan
burdo que ni valdría la pena ocuparse de esto. Podemos agregar que esta
nota dio lugar a infinidad de cartas indignadas a la revista. Las mismas preguntas
que nos formulamos fueron hechas por un lector, que también refutó con
todo acierto los mendaces dichos de de Paula, el Dr. Osvaldo H. Barletta. También
un perito calígrafo, el Sr. Mario Italo Argentino Gioia, luego de examinar
firmas y escrituras de Gardel dictaminó que la palabra “C. Gardel” de
la tarjeta, no pertenecía a Carlos Gardel, por descoincidir por completo
con los rasgos caligráficos de éste. Esto salió publicado
en el Nro. 31, noviembre de 1969, en la sección “Lectores amigos”,
o sea cartas de lectores. La calumnia sale en la tapa y como artículo
principal. La desmentida en carta de lectores. Algo parecido dicen que decía
Perón: “Los precios suben en el ascensor y los sueldos por la escalera”.
Como prueba de que la visión humana es engañosa, pues muchas veces
suele verse lo que se quiere ver, y basado en su propia autoridad, el Sr. Ostuni
nos dice en su libro, con respecto a esta firma: “Los rasgos guardan
celosa
semejanza con las características de las firmas conocidas de Gardel”.
Bueno.
Lo cierto es que luego de esa nota, en el penal de Ushuaia -concesionado a una
empresa privada- se exhibía alegremente a todos los turistas “la
celda de Gardel”, creemos se sigue exhibiendo aún. No faltó quien
recordara -en el programa televisivo ya mencionado y que suele pasarse por el
canal “Volver”- que su padre, antiguo carcelero ya desgraciadamente
fallecido, relataba cómo Gardel amenizaba las heladas noches de la prisión
cantando para los otros reclusos. Según este señor su padre se
complacía escuchando “Los ojos de mi moza”, jota registrada
por Gardel y Le Pera en 1935. Un milagro de anticipación... Me imagino
que lo acompañaría en guitarra el penado 14, poco antes de morir
haciendo señas.
La especie sigue circulando. Tal es así que en “La Nación” del
24-6-05, en una suerte de cronología, señala 1907 como el año
en que Gardel abandona el penal de Ushuaia. Según la nota, la causa era
menos grave: “participado en una riña”. Caramba, si a quienes
participaban en una riña los mandaban a Ushuaia, qué pena les cabría
a los asesinos. Los ahorcarían tres o cuatro veces, para que aprendan...
Todas estas afirmaciones mentirosas han sido posibles, como ya hemos dicho, por
la ausencia de descendientes directos de Gardel, y la indiferencia cómplice
de los distintos poderes, que por un lado exaltan sus méritos como cantor,
compositor, creador del tango-canción y todo lo que se quiera, pero por
otra parte no mueven un dedo, cuando no son cómplices, ante las calumnias
gratuitas como las que nos ocupan.
Pareciera que Gardel sirve solamente para justificar festivales, en los que todos
quieren rendir homenaje (arancelado, por supuesto), y poco nos ocupamos de él
a la hora de la verdad.
Finalmente, una muestra de cómo unos y otros, sin el menor empacho, serenamente,
han hecho suyas esta serie de fabulaciones injuriosas y gratuitas. En la nota
de Di Paula, se cuenta una supuesta entrevista a la salida de una actuación,
entre Gardel y el revolucionario “Sr. Villanova”, en la cual ambos
habrían cambiado frases amables recordando tiempos idos. Sobre este hecho,
y calcando a Di Paula, nos informa Nelson Bayardo en VIDA Y MILAGROS DE CARLOS
GARDEL – Ed. La República, 1988, pág 25: “Hubo
un mudo
testigo del hecho –poseedor actual de la postal- y fue el propio hijo de
Villanova, de igual nombre que su padre, y que al momento del reportaje tenía
el cargo y grado de teniente coronel jefe de servicio de enrolamiento del Ejército”.
Hicimos averiguaciones por nuestra cuenta, y no hemos logrado dar con nadie de
apellido Villanova que nos mostrara la postal, o pudiera decirnos algo de ella,
o de la anécdota en cuestión. Ni siquiera que tuviera la más
mínima idea de estos hechos.
Así como autores uruguayos dan por cierta la teoría del menor de
edad preso en Ushuaia, Paysée, originalmente, rechaza esta versión.
Lo prefiere mayor de edad, para hacerlo coincidir así con su invento del
Gardel nacido entre 1882 y 1884. De esta manera, la inverosímil estadía
de Gardel en la prisión, constituye para el infatigable investigador una
terminante prueba de sus dichos. Nos ilustra: “Fuera de que este hecho(se refiere a la reclusión de Gardel, que para él es “un
hecho”) constituye una prueba más en el sentido de que Gardel era
bastante mayor de la edad que declaraba, puede también dar una pista bastante
razonable en el sentido de que la modificación de su documentación
dándolo por nacido en 1887 pueda estar vinculada al hecho de pretender
lograr cierta inimputabilidad al figurar como menor de lo que era ( ¿??),
ya que se desconoce a ciencia cierta en qué momento se produjo la alteración
de los reales datos. Es sí real, por existir muchos testimonios al respecto,
que la vida juvenil del cantor fue bastante azarosa y lo puso muchas veces en
conflicto con la autoridad policial. De todos modos, como pruebas fehacientes
no existen, la escabrosidad del tema aconseja eludir su desarrollo más
amplio”. Dejando de lado la casi incomprensible redacción, apreciamos
sobremanera que los “muchos testimonios” sobre la “vida
azarosa” sean
discretamente reservados por Paysée, considerando la “escabrosidad
del tema”. Hizo bien, hay menores y damas presentes. Todo un caballero.
De toda la gente que forzosamente debió haber estado con Gardel en Ushuaia
en 1907, y antes también de esa fecha, parece que quedó solamente
este casi inmaterial “Sr. Villanova”. Ni de esa prolongada convivencia
en el penal, ni de sus compañeros de viaje, apareció jamás
persona alguna, ni para saludarlo, ni para recordar tiempos idos. Ni siquiera
para extorsionarlo con la amenaza de divulgar esas historias. Soldados, guardiacárceles,
marineros de los viajes de ida y vuelta, cocineros, gente de avería, alguna
de tantas personas podría haberse presentado a los diarios, después
de la muerte de Gardel, a vender su historia, ya sea para lograr fama o dinero.
No. Increíblemente no. Jamás se dijo nada sobre estos asuntos.
Solamente apareció este espectral “Sr. Villanova” de la desteñida
tarjeta postal, y el “mudo testigo”, reflotados, como los restos
del “Titanic”, treinta años después por la difamatoria
pluma de Di Paula. Si le hubieran contado estas insanías a algún
reo amigo de Gardel, seguramente, llevando al candidato de un brazo hasta la
puerta, le hubiera dicho: “Caballero, hágame el osequio...”
Pero lo cierto es que sin el más mínimo elemento, sin siquiera
indicios, estos serios “investigadores” que no investigan nada, copiándose
unos de otros, han logrado con sus difamaciones hacer de Gardel un torvo presidiario,
so pretexto de imparcialidad. No sólo eso. Son festejados y elogiados,
citados aquí y allá, convocados a entrevistas y notas, a mesas
redondas y conferencias... ¡Cuánta impunidad!
Extraído de “Disparen sobre Gardel”
Editions de la Rue du Canon d’Arcole, 2006
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